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¿quisieras enviarme un poco si no es pedir demasiado?



(…) ¿te acuerdas de haberme traído el verano pasado algunos trozos  de tiza de la montaña? Quise usarlos entonces pero no me fue posible. Me quedaron algunos pedazos que he empleado de nuevo estos últimos  días, te adjunto un croquis hecho con ayuda de esta tiza; ves que es de un negro cálido y característico. Me agradaría mucho que este verano, me enviáras otro poco.
Ofrece una gran ventaja. Estos trozos sólidos son mucho más cómodos para tener en la mano, cuando se hace un croquis, que un pequeño conté que no se puede agarrar y que se quiebra a cada instante.
Esta tiza es de una calidad excelente para hacer croquis en el exterior.
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Hay en esta tiza de la montaña un alma y una vida; en cambio en el conté encuentro algo muerto. Es lo mismo que dos violines que tuviesen casi el mismo aspecto exterior, pero que, cuando se tocan, el uno produce a veces un bello sonido que el otro no posee.
La tiza de la  montaña encierra mucha tonalidad. Diríase que comprende lo que se espera de ella y que escucha con inteligencia y obedece, y que el conté es indiferente y no colabora.
La tiza de montaña tiene una verdadera alma de gitano…¿quisieras enviarme un poco si no es pedir demasiado?
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Yo creo descubrir en la tiza de la montaña toda clase de características que la hacen un medio por excelencia para reproducir ciertas cosas de la naturaleza. Esta mañana di un paseo fuera de la ciudad, en los prados detrás de Zuidbuitensingel, donde Maris vivió al principio y donde se encuentra ahora el estercolero. He contemplado largo rato una fila de sauces llorones, los más nudosos, retorcidos y desorientados que haya visto nunca. Delimitaban una parte del huerto-recientemente removido- y se reflejaban en un arroyo sucio-muy sucio pero donde chispeaban ya algunas briznas de hierba primaveral. Y esas cortezas rugosas y oscuras, la tierra removida en la cual se podía ver, por así decir, la fecundidad, todo esto tenía algo de extrañamente cálido en sus tonos oscuros y potentes por que me hizo pensar en la tiza de montaña. Cuando la tenga de nuevo, espero dedicarme también al paisaje.
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Cartas a Théo- Vincent